miércoles, 18 de febrero de 2009

Delirios de flaqueza

Imagínate partir un tren con alguien a quien quieres a bordo. Un tren que sientes que se va lejos. Mucho más de lo que a ti te gustaría, aunque no vaya más que a doblar una esquina. O a seguir la fiesta a otra parte, mientras tú crees que no debes continuar, que a la mañana siguiente debes empezar a hacer cosas que te hagan sentir algo más responsable de lo que eres en realidad.

¿Y qué haces?

Te das la vuelta y no miras atrás, aunque no quisieras haber dejado de mirar en aquella dirección.

Y llegas a tu agujero y la única manera que tienes de vivir lo que no has podido vivir es escribir. Escribirte. Con el miedo de que no entiendan lo que quieres decir.

Y te duermes solo y frío. Tan frío... Cuando solamente querrías un abrazo más, mezcla de protección y evasión, mientras acariciases tu cara sobre su hombro. Y besaras su omóplato. Y luego su mejilla. Y te apretaras contra su espalda, muy fuerte, como si al dejar de hacerlo todo se fuera a desmoronar. Y, dulcemente, te durmieras rozando su vientre, con la sensación de que aquello, de alguna manera, no acabaría nunca. Por mucho que amaneciera.

Pero no. Los cuentos de hadas nunca dicen la verdad.

Y así acabas: añorándolo todo mientras el alcohol te mece en la cama, aún borracho y con los oídos zumbándote con las sevillanas infernales del mejor garito de la manzana.



Mira, yo no soy nada. Y si fuese algo, dejaría de serlo por ti.

lunes, 16 de febrero de 2009

Belleza

Una mirada huidiza, temerosa de encontrar otros ojos. Una voz susurrada pero segura. Una sonrisa eterna que se clave en las pupilas. El primer contacto de su piel. Unos dedos entrelazados. O una caricia pausada y desnuda.

Caminar muy despacio, queriendo detener el tiempo, mientras sientes las hojas crepitar bajo tus pies. Espiar por encima de una taza que esconde una mueca pícara. Reír al unísono. Compartir recuerdos de cualquier tiempo pasado, aunque no fuera mejor. Serenar un llanto ahogado en tu pecho. O dormir fundido en un abrazo infinito.

Descubrirte, en mitad de una frase, formando parte de algo. Y saberte cómplice de lo ineludible.

O todo a la vez.

*****

Busco irremediablemente la belleza. La pureza de lo íntimamente hermoso.

Y, en ocasiones, he tenido la suerte de encontrarlo.